jueves, 14 de mayo de 2009



Los laberintos de forma cuadrada o rectangular son los más antiguos que existen; la primera representación conocida de un laberinto de éste tipo, se encuentra en una tablilla de Pilo y también la encontramos, como sello, en las tumbas del antiguo Egipto. Los laberintos de forma redonda o circular, aparecieron a fines del siglo VII A.C. en la Italia etrusca; más tarde, los encontramos en las monedas de Cnosos, a finales del siglo III y se cree que eran usadas como mapa del célebre Laberinto de Creta.

Los laberintos se clasifican básicamente en dos grandes grupos según la relación que existe con el centro y la salida del mismo. El primer grupo de estos laberintos es el laberinto clásico o El cual nos hace recorrer, al ingresar en él, todo el espacio para llegar al centro mediante una única vía, camino o sendero, es decir, no nos ofrece la posibilidad de tomar caminos alternativos, no hay bifurcaciones, donde hay una sola puerta de salida, que es la misma por la que se entra al laberinto. Por el hecho de tener un solo camino o sendero el cual seguir a medida que avanzamos dentro de él, no nos podemos perder en su interior.
Este de la foto es un laberinto de mazes, un perdedero, un laberinto de caminos alternativos en el cual seguiremos un camino correcto o uno incorrecto que nos llevará o no a la salida del mismo. Los mazes se comenzaron a utilizar en los jardines de seto en la Inglaterra del siglo XII, ya que eran el lugar propicio para una cita amorosa; luego de allí se extendieron progresivamente por toda Europa, especialmente en Francia e Italia.


El laberinto debe su nombre a la mitología griega. Es una legendaria construcción diseñada por Dédalo a petición de Minos, rey de Creta para mantener preso a su hijo Minotauro, monstruo mitad hombre, mitad toro, que acabó muerto por Teseo, quien se adentró en los enmarañados pasillos dejando una huella de hilo que le había dado la princesa Ariadna, hermana del monstruo.

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